Siempre que el Sr. Huxley se sentía deprimido iba a nadar.
Las personas, incluidas las personas mayores y dependientes, sufren depresión de diversas maneras; el tipo y el grado de los síntomas pueden variar de una persona a otra, y pueden cambiar con el tiempo.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la depresión en las personas mayores o dependientes puede ser fácilmente confundida con los síntomas de diversas enfermedades o las consecuencias de los medicamentos utilizados para tratarlas. (Casarella, 2020)
El origen de la depresión en las personas mayores o dependientes puede estar enraizado en diferentes factores, como tener una o más enfermedades crónicas (a saber, diabetes, enfermedades cardiovasculares, cardiopatía isquémica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cáncer, etc.).
También es cierto que hay medicamentos que son más propensos a provocar depresión. (ORPEA, 2019)
Con todo, la depresión en las personas mayores necesita ser entendida de manera diferente a la depresión en las personas más jóvenes. En los adultos mayores, está ligada a un mayor riesgo de enfermedades cardíacas y a la posibilidad de muerte por cualquier enfermedad que estén tratando. Además, la depresión reduce la capacidad de una persona mayor para rehabilitarse o recuperarse de sus patologías, es decir, la depresión aumenta sustancialmente la probabilidad de muerte por esas enfermedades. (Casarella, 2020)
Por esa razón, es importante asegurarse de que la persona que cuidas sea evaluada y tratada, incluso si la depresión es leve. La depresión puede manifestarse en varios síntomas que, como se ha explicado anteriormente, pueden estar superpuestos con los de otras enfermedades.
Pueden incluir:
Sentimiento de tristeza, llanto, vacío o desesperanza
Pérdida de interés o placer en la mayoría o en todas las actividades diarias
Alteraciones del sueño y cambios en los patrones de sueño
Cansancio y falta de energía
Cambio en los hábitos alimenticios lo que conlleva al aumento o pérdida de peso no intencional
Ansiedad, agitación, irritabilidad o inquietud
Lentitud en el razonamiento, el habla o los movimientos corporales
Dificultad para pensar, concentrarse, tomar decisiones o recordar cosas
Sentimiento de inutilidad
Culpa o autoculpabilización por cosas que no son tu responsabilidad
Síntomas físicos continuos que no responden a un tratamiento, como dolores de cabeza, trastornos digestivos y dolor crónico
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Fatiga, depresión y exclusión social del/de la cuidador/a:52% completo